Tu adversidad no es tu enemigo. Es tu fuego.
Si quieres crecer, deja de ver la adversidad como una maldición y empieza a verla como lo que realmente puede ser: una oportunidad brutal para transformarte.
No se trata de romantizar el dolor ni de hacerle culto al sufrimiento. Se trata de entender que, ya que la vida igual te va a romper, al menos que te rompa en una mejor versión de ti.
Llevo más de 10 años lidiando con una enfermedad mental complicada. Ha sido mi infierno… y también mi maestro. Me ha obligado a buscar soluciones sin descanso. Nunca se me ha cruzado por la cabeza rendirme. Y aunque no lo elegí, puedo decir con certeza que esta enfermedad me dio una visión distinta del mundo: me enseñó a ver lo que realmente importa, a soltar lo superficial, a desarrollar empatía, a conectar con mi vulnerabilidad.
No sería quien soy hoy sin ella.
Y si algo he aprendido, es que de la adversidad se puede salir más fuerte. Pero hay que hacerlo con intención. Aquí te dejo lo que me ha servido:
- Acepta la realidad. Deja de negar lo que está pasando. Lo que niegas, te controla. Lo que aceptas, puedes transformarlo.
- Enfócate en lo que sí puedes controlar. Hay cosas que no vas a poder cambiar, pero hay otras que sí. Aférrate a esas. Haz lo que esté en tus manos, aunque sea mínimo. Eso te va a dar poder.
- Cuídate. Dormir bien, comer bien, moverte, hablar. Todo eso suma. Ir a terapia también. Tener personas que te sostengan cuando tú no puedes con tu propio peso, importa. No lo subestimes.
- No te rindas. Esto no es poesía barata. Es sobrevivencia. Persistir no es seguir igual, es buscar nuevas formas, probar, fallar, ajustar y volver a intentar.
- No te confundas. Tú no eres tu dolor. No eres tu diagnóstico. No eres tu historia. Eres quien decide qué hacer con todo eso. Y créeme, puedes hacer mucho.
Y si estás pasando por un mal momento: escribe. No subestimes el poder de vaciar lo que llevas por dentro. El journaling me ha salvado más veces de las que puedo contar. Escribir me ha dado claridad, me ha devuelto la fuerza, me ha hecho encontrar respuestas que no sabía que tenía.
Al final del día, esto es simple: no estás solo(a). Pero sí depende de ti convertir ese fuego en fuerza.
Saludos
Ana María.